Francisco Hernandez Marcos

Cantalojas es la localidad donde nació mi abuela paterna María, está en Guadalajara, a 130 km de Madrid. Cantalojas tiene apenas 100 habitantes, es tan pequeña que el alcalde es el electricista del pueblo (“el chispas”) y el teléfono del ayuntamiento es en realidad un fax en el que dejar escrito lo que quieres.

Adoro ese pueblo, está rodeado por el hayedo de Tejera Negra, un parque natural precioso con ríos que se juntan y se separan, valles arbolados, un puente romano, varias “teinas” abandonadas y hasta un castillo íbero en ruinas. Por cierto, las teinas son como naves rectangulares de piedra en medio del campo donde se almacenaban quesos, embutidos, tejidos, etc. En realidad, según tengo entendido una teina es un punto logístico dentro de una “red de almacenes” que laminaba la península ibérica. Era una herencia muy sabia de los romanos: había pequeños almacenes cada 10 ó 20 km y se iban intercambiando productos de una zona por los de la otra. De tal forma que un queso asturiano podía acabar por Guadalajara y la miel alcarreña por Valencia. Mi bisabuelo nació en una de esas teinas.

Otra cosa que me gusta de Cantalojas es su gente, son lo más bueno que conozco, algo tercos pero muy buena gente, creo que tiene algo que ver con la vida tan dura que han tenido que sufrir, forzados a ver como sus hijos y nietos emigraban a Madrid y Barcelona para no regresar (mi abuela tardó 2 días en llegar a Madrid y ya no volvió de visita en mucho tiempo). La única manera que tenían de salir adelante era ser tercos y no entorpecerse unos a otros con maldades.

Hace un par de meses estuve en una boda de dos “del pueblo” y descubrimos que entre los descendientes de Cantalojas hay un alto cargo del Banco Mundial, un industrial bastante exitoso y hasta el cantante del grupo de rock Hamlet. Y hasta Icíar Bollain eligió Cantalojas para rodar “Flores de otro mundo”, película en la cual un tío-abuelo mío hace de extra.